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Operación Sindoor, un enfrentamiento entre India y Pakistán, que ganó China

junio 5, 2025

El 7 de mayo de 2025, la República de la India puso en marcha la denominada Operación Sindoor, un conjunto de ataques de precisión dirigidos contra presuntas infraestructuras terroristas en territorio administrado por Pakistán. Con este nombre—que alude al polvo rojo (“sindoor”) utilizado por las mujeres hindúes como símbolo de matrimonio, y cuya pérdida simboliza el luto y la viudez—el Gobierno indio quiso transmitir la idea de un vínculo roto con quienes perpetraron la masacre de Pahalgam, que apenas dos semanas antes había dejado veintiocho víctimas civiles, en su mayoría turistas hindúes. Este operativo marcó uno de los episodios más significativos del conflicto indo-pakistaní de 2025, al suponer la primera acción de represalia directa tras el ataque terrorista y demostrar un nuevo enfoque estratégico basado en la precisión quirúrgica y la contención de la escalada.

Históricamente, la tensión entre India y Pakistán ha girado en torno a la disputa por Cachemira y a sucesivos episodios de violencia transfronteriza. Desde la partición de 1947, ambos países han librado tres guerras convencionales y múltiples escaramuzas, manteniendo en todo momento la amenaza nuclear como telón de fondo. En este contexto, la Operación Sindoor se proyectó no solo como un acto de justicia inmediata tras la matanza de Pahalgam, sino también como una demostración de la evolución de la doctrina militar india hacia capacidades de ataque selectivo y de mínima escalada, destinadas a neutralizar objetivos terroristas sin provocar un conflicto abierto de mayor envergadura.

Antecedentes inmediatos

La chispa que desencadenó la Operación Sindoor fue el atentado de Pahalgam ocurrido el 22 de abril de 2025, cuando un comando de militantes atacó un grupo de turistas hindúes en el valle de Adampur, en Cachemira administrada por India, causando veintisiete muertos y un herido de gravedad. Las autoridades indias atribuyeron la responsabilidad al Frente de Resistencia Cachemir, apoyado presuntamente desde territorio pakistaní, y acusaron al Estado vecino de permitir que grupos extremistas operasen cerca de la Línea de Control. La indignación pública en India alcanzó cotas elevadas, y la presión política condujo al anuncio de una respuesta pronta y contundente.

La denominación de la operación aprovechó un simbolismo cultural profundo: el sindoor, polvo sacramental que las mujeres hindúes llevan en la raya del cabello mientras dura su matrimonio, se retira al quedar viudas. Este gesto, ampliamente difundido por medios y redes sociales, buscaba reforzar la narrativa de la India vengando el derramamiento de sangre de sus conciudadanos y honrando la memoria de las víctimas. Con este trasfondo emotivo, la planificación de la operación quedó bajo la mayor discreción posible, para garantizar el efecto sorpresa y blindar la legitimidad legal de la respuesta, evitando un enfrentamiento convencional abierto con Pakistán.

Lanzamiento de la Operación

A primera hora de la mañana del 7 de mayo de 2025, la Fuerza Aérea India (IAF) inició la Operación Sindoor con veinticuatro salidas de cazas Rafale equipados con misiles de crucero SCALP y bombas inteligentes AASM Hammer. En aproximadamente veintitrés minutos, estos aparatos sobrevolaron la Línea de Control e impactaron contra nueve objetivos en la Cachemira administrada por Pakistán (Muzaffarabad y Kotli) y en la provincia de Punjab (Bahawalpur), según el comunicado oficial del Gobierno indio.

Cada ataque se confeccionó sobre la base de inteligencia previa, evitando instalaciones militares regulares y focalizándose en campamentos terroristas y depósitos logísticos. El uso de misiles SCALP permitió alcanzar blancos a gran distancia, más allá de la cobertura de los radares de defensa aérea paquistaníes, mientras que las AASM Hammer ofrecieron precisión de metro, minimizando daños colaterales. Todo ello se ejecutó bajo una estricta consigna de “focalización y no escalada”, con la que India pretendía castigar a los responsables sin abrir las puertas a una guerra convencional.

Despliegue táctico y armamento empleado

El componente aéreo, dividido en varios escuadrones de Rafale, coordinó su acción mediante enlaces cifrados entre el Centro de Operaciones Aéreas y las plataformas de guerra electrónica, lo que garantizó la neutralización de sistemas de alerta temprana enemigos. La sucesión de misiones fue meticulosamente secuenciada: mientras un bloque de escuadrones desplegaba SCALP, otro bloque liberaba bombas AASM Hammer, lo que dificultó la reacción sincronizada de las defensas paquistaníes.

Simultáneamente, unidades del Comando de Fuerzas Especiales indias realizaron patrullas de reconocimiento y acreditaron la efectividad de los impactos mediante drones tácticos de baja firma, cuyas imágenes confirmaron la destrucción de depósitos de munición y campamentos terroristas sin víctimas civiles adicionales. Este uso combinado de plataformas aéreas tripuladas, munición de precisión y reconocimiento no tripulado representó el empeño de la India en integrar nuevos vectores de combate con un mando único y centralizado, acorde a las doctrinas modernas de guerra de redes.

Precisión y contención de la escalada

Desde el primer instante, el ministro de Exteriores indio subrayó que la operación tenía un carácter “medido y no escalatorio”, y que no se había alcanzado ningún objetivo militar regular, sino únicamente elementos logísticos y de apoyo a organizaciones terroristas. El portavoz oficial remarcó que no se atacó ninguna instalación de las Fuerzas Armadas de Pakistán, distinción clave para frenar la posibilidad de una réplica inmediata o de una intervención internacional más severa.

Esta contención deliberada evitó un episodio de guerra total y facilitó que, apenas tres días después, ambas DGMOs (Directores Generales de Operaciones Militares) acordaran un alto el fuego, restableciendo el tráfico aéreo civil y normalizando gradualmente la situación en la frontera. El cese de hostilidades se comunicó el 10 de mayo, tras una conversación directa por teléfono entre los responsables de operaciones de los ejércitos de India y Pakistán, lo que evidenció la voluntad de ambas partes de no prolongar el conflicto más allá de los objetivos iniciales.

Reconocimiento oficial desde Nueva Delhi

El primer reconocimiento político llegó del Primer Ministro Narendra Modi, quien en un acto público elogió la intervención como “una muestra irrefutable de la determinación de la India frente al terrorismo transfronterizo” y aseguró que la operación había dejado claro que “no existe refugio seguro para los terroristas”. Con estas palabras, Modi enfatizó el mensaje de firmeza y la proyección de una India capaz de defenderse con rapidez y precisión sin recurrir a la escalada nuclear ni a grandes movilizaciones de tropas.

En paralelo, el Ministerio de Defensa publicó informes parciales sobre la efectividad de los impactos, detallando la neutralización de al menos cuatro depósitos de munición, tres campamentos de adiestramiento y dos nodos de comunicaciones, todos atribuibles a organizaciones vinculadas con Lashkar-e-Toiba y Jaish-e-Mohammed. Asimismo, se destacó la ausencia de bajas propias y de víctimas civiles secundarias, subrayando la capacidad disuasoria de una respuesta quirúrgica.

Papel de la industria nacional y Adani Defence

La relevancia del sector privado en el éxito operativo quedó de manifiesto cuando el magnate Gautam Adani anunció el papel crucial de su filial Adani Defence and Aerospace en el suministro de drones kamikaze “SkyStriker” y sistemas antidrone capaces de contrarrestar amenazas enemigas desde la distancia. Según Adani, estos equipos además de realizar tareas de neutralización directa, proporcionaron cobertura defensiva para las aeronaves, incrementando significativamente la supervivencia de las plataformas de ataque.

Este hito puso de relieve la progresiva independencia de la India respecto a importaciones foráneas, consolidando una industria de defensa que empieza a situar a consorcios nacionales entre los líderes globales en tecnologías de guerra de precisión. El Gobierno, con la firma del contrato de 2023 para la compra de 197 drones kamikaze, no solo cubrió las necesidades de la Operación Sindoor, sino que abrió la puerta a futuras exportaciones, reforzando la estrategia de “Make in India” en el ámbito militar.

Impacto estratégico y diplomático

A nivel estratégico, la Operación Sindoor ha sido interpretada por analistas internacionales como un paso decisivo hacia la consolidación de la doctrina india de “disuasión de umbral bajo”, consistente en emplear capacidad de ataque convencional con alta precisión para neutralizar amenazas sin desencadenar reacciones de gran escala ni recurrir a la opción nuclear. Esta doctrina calibra la disuasión al máximo, mostrando disposición a castigar al agresor evitando el abismo de una guerra total.

Diplomáticamente, la operación despertó reacciones dispares. Mientras la Administración de Estados Unidos apeló al “diálogo y la calma”, la Unión Europea destacó la responsabilidad india al limitar daños colaterales. Por su parte, China, tradicional aliado de Pakistán, mantuvo un equilibrio diplomático, instando a la moderación de ambas partes y reiterando su apoyo a la negociación pacífica. Este pulso diplomático reveló la importancia de la India como actor global capaz de equilibrar acciones militares con una sólida batalla de narrativa internacional.

Éxito del armamento chino en la respuesta pakistaní

La réplica pakistaní, lanzada bajo el nombre de Operación Bunyan-un-Marsoos, puso de manifiesto el rendimiento destacado del armamento de origen chino suministrado a Pakistán. El portavoz militar paquistaní resaltó la “excelencia operativa sin parangón” de los pilotos de la Fuerza Aérea pakistaní al volar cazas JF-17 Thunder, co-desarrollados con China, que realizaron maniobras de combate aire-aire y ataques de precisión con misiles aire-superficie Fatah.

Del mismo modo, un exalto oficial indio, el teniente general retirado P.R. Shankar, reconoció públicamente que las fuerzas paquistaníes “hicieron un uso más eficiente del armamento chino que incluso China misma”, elogiando la combinación de velocidad, maniobrabilidad y sistemas de puntería de los JF-17, así como la fiabilidad de los misiles Fatah-I y II en misiones de largo alcance. Este reconocimiento contrastó con las expectativas iniciales de la OTAN y expertos occidentales, quienes consideraban que los equipos rusos y europeos dominaban el mercado regional, y subrayó el ascenso de China como proveedor estratégico de armamento de última generación.

En Resumen

La Operación Sindoor representa una evolución notable en la manera en que la India aborda el terrorismo transfronterizo, combinando tecnología de punta, armamento de precisión y una doctrina de mínima escalada. Además, el protagonismo adquirido por empresas nacionales como Adani Defence ilustra el viraje hacia una arquitectura de defensa autóctona, lo que fortalecerá la disuasión a medio plazo. Desde el punto de vista diplomático, la capacidad india para gestionar una respuesta contundente sin desbordar la lógica de conflicto convencional ha reforzado su imagen como potencia responsable.

Por otro lado, la respuesta de Pakistán con armamento chino de alto rendimiento pone de relieve el impacto geopolítico de la exportación de tecnología militar china, que ha logrado modernizar y dotar de nuevas capacidades a ejércitos regionales. En última instancia, la Operación Sindoor y su réplica configuran un nuevo equilibrio de poder en Asia meridional, donde la prudencia estratégica se complementa con la adopción de innovaciones tecnológicas en el ámbito de la defensa, y donde la proliferación de armamento de distinta procedencia redefine las reglas del juego en un escenario históricamente volátil.

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